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Fabrizio Lorusso

06/06/2024 - 12:05 am

Postdata electoral

“De a poco han ido construyendo en México un entendimiento alternativo, un micro-debunking lento y colectivo, incesante y contrahegemónico”.

Convulsiones postelectorales en los partidos derrotados. Fases de recuperación postprandial entre los ganadores. Post simboliza ceder el paso, renovar, cruzar el umbral, posdatar la memoria de lo inmediato para no repetir el pasado.

El triunfo de Claudia Sheinbaum y el voto masivo a favor del proyecto de Morena y sus aliados en las elecciones del 2 de junio representa una señal contundente sobre el rumbo y tipo de país que desean las mayorías, pues tanto las propuestas de campaña de la próxima presidenta como las iniciativas de reforma constitucional y legal enviadas por AMLO fueron bastante claras, tuvieron amplia circulación, previo a la jornada electoral.

La incompleta y excluyente transición democrática mexicana de finales del siglo XX y principios del XXI debe ir más allá de la alternancia para evolucionar y culminar, ahora, con la transformación de los privilegios en derechos, del blindaje oligárquico en poder popular, y de las desigualdades en igualdad sustantiva y oportunidades.

Más de 35 millones de sufragios, por muchos que sean, no son un cheque en blanco, pero sí una decidida expresión de confianza hacia una visión de “prosperidad compartida” y de aprobación del camino emprendido, aun con tropiezos, desde 2018 con la victoria de Andrés Manuel López Obrador. La mayoría calificada en la Cámara de Diputados probablemente no se replicará en el Senado de la República y esto puede desatar procesos virtuosos y ser un bien. Dependiendo de los conteos definitivos, es posible que Morena, PT y el Verde tengan que negociar las reformas de mayor calado con partes de la oposición, potencialmente senadores y senadoras del PRI, PRD o, de forma más “saludable” y orgánica, de Movimiento Ciudadano.

MC puede ser justamente una bisagra que vaya negociando con el oficialismo las reformas, aportando especialmente en materia de derechos humanos, límites al poder castrense, cambios en la estructura tributaria y en los organismos autónomos. La cerrazón de MC o del resto de la oposición a las reformas tendría un costo político enorme frente a la voluntad popular expresada el domingo.

Sin embargo, también la imposición de las mismas por parte de Morena, como un hecho consumado o una disyuntiva “fatal” para las demás fuerzas políticas, generaría una actitud disfuncional y conflictiva que justo el arte de la política, en el sentido más noble, debería, en cambio, trabajar y destrabar. Esperemos que así sea. Y si la coalición ganadora alcanzara la mayoría calificada en ambas Cámaras, tampoco sería algo malo, pues garantizaría una relativa estabilidad, la profundización de un proyecto de país con un respaldo significativo y marcos de gobernabilidad, en el entendido de que esto pueda reflejarse en voluntades y capacidades de diálogo y no en aplanadoras seriales.

El 2 de junio implica un mandato claro, una expectativa hacia un viraje ulterior de las coordenadas políticas e ideológicas en el país, en pos de una más o menos paulatina superación del neoliberalismo o, cuando menos, de sus más nefastos arreglos institucionales, legales y económicos.

Pese a estar fisiológicamente contra el bien común, los valores y las normas individualistas y privatistas han permeado invariablemente tanto las mentalidades como las prácticas sociales y el campo jurídico, entre otros, por lo que la batalla para la deconstrucción postneoliberal debe ser multidimensional, dentro y fuera de lo que concibamos como “la izquierda”.

Se debe seguir insistiendo en las narrativas, la cultura y las socialidades para promover una obra permanente de debunking, o sea, de “desmitificación”, “desenmascaramiento” y de revelación de contradicciones que desnaturalice lo “normal”, como por ejemplo la división social en castas de facto, la primacía del mercado y del cálculo económico de costo-oportunidad en todo ámbito vital, o la subordinación de género y racial.

Lo que más le ha costado admitir y comprender a la oposición, en mi opinión, es que, en este gobierno, a través de la figura del presidente y de las mañaneras, pero no sólo, simplemente culminaron y se visibilizaron muchos procesos históricos, movimientos y sabidurías sociales y plebeyas que, por lo menos desde los años noventa, estaban latentes y explotaban cíclicamente en gritos de lucha, de dolor y de indignación.

De a poco han ido construyendo en México un entendimiento alternativo, un micro-debunking lento y colectivo, incesante y contrahegemónico, respecto del proyecto salinista y neoliberal de sociedad y de su discurso convencional y mercadotécnico, cada vez más insostenible.

Como sostiene el escritor Rafael Lemus en su magistral libro “Breve historia de nuestro neoliberalismo: Poder y cultura en México”, ya a mediados de aquella década, con la insurrección zapatista en Chiapas, “el error de diciembre” y el Fobaproa en la época de Zedillo, comenzó a agrietarse la hegemonía discursiva neoliberal, además de que gran parte de la población iba experimentando en carne propia sus agravios y falsas promesas de éxito.

Esto debido a la generalización de condiciones materiales precarias, represión estatal y criminal de las protestas y las demandas sociales, junto con la escalada de violencias de todo tipo, bajo la conducción o tolerancia del Estado, el poder económico, sus élites y demás poderes fácticos.

A esas alturas, ya estaban fracturadas en México la hegemonía globalista del “fin de la historia”, la meritocracia y el pensamiento único, anticipando la ruptura sistémica, económica y psicológica que representaron las crisis globales de 2008 y 2009 y sus secuelas, punto final del neoliberalismo como marco de consenso y de sentido, y como fundamento global de la acumulación capitalista y la explotación de poblaciones, territorios, recursos y países.

El prefijo latino “post” puede significar “después de” y “detrás de”, en un sentido temporal o espacial, y remite a la idea del más allá, de la superación, de la evolución, del cambio, pero también a la idea complementaria del dejar atrás, del estar afuera de o ir abandonando algo. Después de las últimas postdatas electorales, en breve podremos seguir pensando en la política de los días después y del “post” para un México de justicia y bienestar.

Fabrizio Lorusso
Profesor investigador de la Universidad Iberoamericana León sobre temas de violencia, desaparición de personas y memoria en el contexto de la globalización y el neoliberalismo. Maestro y doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Colaborador de medios italianos y mexicanos. Integra la Plataforma por la Paz y la Justicia en Guanajuato, proyecto para el fortalecimiento colectivo de las víctimas.

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